`Laudato si´, sobre el cuidado de la casa común

Textos sobre la creación, la ecología humana y la economía.

[Para reflexionar sobre el pensamiento expuesto en la Encíclica del Papa Francisco]

En esta sección vamos a ir publicando textos, algunos de ellos relativamente largos, de diferentes autores (pensadores, economistas) que expresan pensamientos próximos y afines a los que el Papa Francisco va a expresar o ha expresado en su Encíclica sobre la creación. El pensamiento que estos pensadores promueven —todos ellos cristianos— es prácticamente desconocido en la mayoría de nuestros círculos católicos, porque, tanto las universidades como los medios de comunicación católicos, defienden sin paliativos y sin ninguna capacidad de autocrítica, las prácticas (y, por lo tanto, los presupuestos antropológicos) de la economía “ortodoxa”, esto es, del capitalismo global. Eso puede hacer que el pensamiento del Papa pueda presentarse como algo aislado, en ciertos círculos, hasta como la intuición de un iluminado. El Papa se sitúa, en cambio, en la gran tradición de la doctrina social de la Iglesia. Es esa tradición la que está marginada y es desconocida, y sobre todo en sus raíces profundas y en sus implicaciones prácticas, en muchos de nuestros ambientes católicos.

Martes, 30 Junio 2015 11:09

Resumen del primer capítulo de "Laudato Si’": “Lo que le está pasando a nuestra casa”

Escrito por  Ildefonso Fernández-Fígares

Entre las dos visiones extremas que, ante los graves problemas ecológicos, hoy en día existen (por un lado, aquellos para quienes prevalece el progreso y aplican meras actuaciones técnicas a los dilemas ambientales, “sin consideraciones éticas ni cambios de fondo”; y, por otro lado, aquellos para quienes la única amenaza del ecosistema es el ser humano y su descontrolado aumento de natalidad) el Papa Francisco, en nombre de la Iglesia, se sitúa en medio, “en diálogo hacia respuestas integrales” (Laudato Si’, 50 y 60). Como él mismo explica, “la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva y entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones. Pero basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común” (LS, 61). En este primer capítulo, Francisco no sólo nos advierte que es anormal e impropio del ser humano “vivir cada vez más inundados de cemento, asfalto, vidrio y metales, privados del contacto físico con la naturaleza” (LS, 44) sino que, incluso más dramático aún, cuando tiene la oportunidad de vivir y estar en contacto con nuestra casa común ésta presenta en demasiadas ocasiones, por su mal uso y cuidado, un gran daño y afeamiento. Aún así, para el Papa, todavía hay esperanza y “nos invita a reconocer que siempre hay una salida, que siempre podemos reorientar el rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver los problemas” (LS, 61).

 

 

Un desafío humano y ecológico


¿Pará qué se quiere preservar hoy un poder [político, económico, tecnológico] que será recordado [en el futuro] por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario hacerlo? (LS, 57). Esta es una de las desafiantes preguntas con las que el Papa Francisco quiere despertar nuestras conciencias, tan a menudo adormecidas, indolentes e irresponsables, ante “lo que le está pasando a nuestra casa” común que es la creación, el mundo donde vivimos.


En el primer capitulo de su nueva encíclica, Laudato Si’, el Papa analiza, desde el punto de vista de un observador, de un ciudadano del mundo, algunos de los problemas (en ocasiones trágicos problemas) que están sucediendo en la naturaleza. Para el Papa el ser humano "es una criatura de este mundo, que tiene derecho a vivir y a ser feliz, y que además tiene una dignidad especialísima” (LS, 43). Si hoy en día, principalmente en el mundo occidental, la persona ha sido reducida a mero objeto—en muchos casos despojada de su derecho inalienable a vivir y, aún viviendo, a no poder tener lo mínimo necesario para ser feliz y desarrollarse—y habiéndose difuminado su especial dignidad, entre todas las criaturas, pues ha sido creada a imagen y semejanza de Dios ¿cómo no vamos luego a tener las trágicas consecuencias medioambientales que en nuestros días padecemos? Como nos dice el Papa, “un verdadero planteo ecológico… [debe basarse y estar siempre precedido] en un planteo social”, humano, que busque “integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS, 49).

Breve presentación de algunos problemas medioambientales

Aunque el Papa es consciente de algunos ejemplos de mejoras y logros ambientales (como recuperación de ríos y lagos contaminados, embellecimiento paisajísticos, y producción de energías sostenibles y renovables: cf., LS, 58), se centra principalmente en este capítulo a presentar brevemente algunos de los problemas medioambientales que hoy nos afectan:


1. Nos hemos malacostumbrado a vivir cotidianamente con niveles perjudiciales para la salud, “especialmente la de los más pobres”, de contaminación atmosférica, de generación de desechos y acumulación desorbitada de residuos tóxicos, y de una cultura del descarte que amenaza al planeta entero (LS, 20-22).


2. “El clima es un bien común de todos y para todos” y que por tanto todos (individuos, comunidades y Estados) debemos cuidar disminuyendo tanto el uso intensivo de combustibles fósiles de efecto invernadero como limitando los bruscos “cambios de usos del suelo, principalmente la deforestación” para usos agrícolas (LS, 23-24). “El cambio climático,” nos recuerda el Papa, “es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad”, como las grandes migraciones de animales, de vegetales, y sobre todo de hombres y mujeres que huyen de la pobreza nos demuestran (LS, 25).


3. El agua potable y limpia es un bien escaso y en grave peligro. Para el Papa Francisco, la mala calidad del agua, su ineficiente administración, el despilfarro y contaminación que sufre (tanto en los océanos como en los ríos y acuíferos), y su privatización por las leyes del mercado financiero colocan al agua como “una de las principales fuentes de conflictos de este siglo” a los que las sociedades se enfrentan (LS, 30-31). “El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal” recalca el Papa (LS, 30).


4. La pérdida de biodiversidad, con incontables extinciones de especies vegetales y animales “que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre… [y que] ya no [podrán dar] gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje” (LS, 33) constituye un desastre medioambiental y humano irremplazable e irrecuperable.

Qué podemos hacer

Ante estas situaciones, el Papa Francisco apunta algunas reflexiones que cualquier persona, reconociendo los evidentes síntomas de destrucción ambiental y humana que hoy tenemos, debe plantearse:


1. El estilo y ritmo de vida, de trabajo, de producción y consumo en el que hoy vivimos es demasiado rápido. Observando la natural lentitud y pausa del orden biológico y reconociendo que también nosotros somos criaturas, parece claro que debemos reducir la velocidad de crucero en nuestro desarrollo sino queremos derrapar y estrellarnos en esta curva o crisis medioambiental a la que actualmente nos enfrentamos. Debemos reajustar y reorientar un deseable y justo desarrollo humano—sostenible, integral y que busque el bien común para cada hombre en sí mismo, para todos los hombres (de hoy y de mañana) y para la naturaleza—ateniéndonos y aprendiendo de los ritmos naturales de la creación (LS, 18).


2. En vez de un sistema lineal e ilimitado de crecimiento—incapaz de absorber y reutilizar todos los residuos y desechos que genera—debemos, explica el Papa, “adoptar un modelo circular de producción que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, y que supone limitar al máximo el uso de los recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar” (LS, 22). Este modelo circular requiere crear un nuevo paradigma tecnoeconómico con nuevos sistemas legislativos y distributivos “que incluya límites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas… de la libertad y la justicia” (LS, 53). Para lograr estos objetivos son imprescindibles auténticos liderazgos en los ámbitos políticos, económicos, y sociales “que marquen caminos, [donde] atender las necesidades de las generaciones actuales incluyendo a todos, sin perjudicar a las generaciones futuras” (ibídem.).


3. Aún reconociendo y alabando cómo el mundo científico y técnico han aportado en ocasiones soluciones a los problemas medioambientales provocados por el hombre y otros causantes naturales (como el vulcanismo, variaciones orbitales o del ciclo solar), sin embargo, no podemos depositar una total y exclusiva confianza, demasiado a menudo irracional y ciega, en la técnica como única vía para solucionar dichas dificultades (LS, 19 y 23). En el capítulo tercero se centrará el Papa Francisco con más detalle en la cuestión de la tecnología.


4. Debemos recuperar un horizonte más amplio, “que vaya más allá… [del] rédito económico rápido y fácil” (LS, 36), en nuestro legítimo uso de los bienes naturales que Dios nos ha dado. Dicha amplitud de miradas pasa por prestar especial atención a los nuevos y no tan nuevos tipos de pobreza social y ecológica.


5. Existe una relación intrínseca, íntima, entre el ser humano y los hábitats naturales. La degradación de uno es causa de la degradación del otro (LS, 48). El mundo no puede fragmentarse y sus problemas no podemos aislarlos y simplemente diseccionarlos como si de meros problemas técnicos se trataran (LS, 35 y 61). “La degradación ambiental y la degradación humana y ética,” subraya Francisco “están íntimamente unidas” (LS, 56). Si el mundo es uno y si verdaderamente tenemos la conciencia de ser una “sola familia humana” (LS, 52), entonces estamos obligados a repensar en una auténtica “ética de las relaciones internacionales” que equilibre de nuevo y restituya la deuda ecológica y comercial, particularmente entre el Norte y el Sur, que el actual sistema mundial y el uso desproporcionado e injusto de recursos naturales ha ocasionado (LS, 51). Los problemas de la biosfera y los problemas sociales no son ajenos a cada uno de nosotros y nos exigen asumir con madurez y sentido fraternal nuestra justa responsabilidad en los mismos (LS, 52). Éste será verdaderamente el motor del cambio hacia un nuevo mundo en donde las generaciones venideras puedan recordarnos con agradecimiento pues tuvimos el amor y la determinación de dejarles un ambiente natural y social más limpio, más justo y más humano.

 

 

 

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