Materiales para una política teológica cristiana

La decisión de iniciar esta sección en el blog Ciudad de Dios y de los hombres es casi connatural (y contemporánea) a la idea del mismo blog: si Cristo es Señor de todo “en los cielos, en la tierra y en los abismos” (Flp 2, 10), todo tiene que ver con el señorío de Cristo, y Cristo tiene que ver con todas las cosas, puesto que “todo ha sido creado por Él y para Él (…) y todo tiene en el su consistencia” (Col 1, 16-17). No es posible, por tanto, que una actividad, o un ámbito de relaciones tan decisivas para la vida humana como es la vida de la polis, esto es, el régimen y la articulación de las comunidades humanas más allá de la familia y entre ellas, quede totalmente al margen de Cristo. No es posible que Cristo resucitado y vivo, y que la experiencia que la Iglesia tiene de él y del Padre en la comunión del Espíritu Santo, no tengan nada que decir acerca de esas relaciones que nos constituyen, y determinan considerablemente la conciencia que tenemos de nosotros mismos y del mundo. Si ése fuera el caso, Cristo quedaría fuera de una dimensión humana sumamente importante, esencial a la vida humana. Y no sería “el Señor”. Llamarle “Señor” no pasaría de ser una metáfora más bien vacía. Pues bien, eso es exactamente lo que ha sucedido: que en gran medida hemos excluido a Cristo y a la experiencia de la redención de Cristo de esa dimensión de la vida humana —y de otras, desde la economía al matrimonio y la familia—. De aquí que el hecho de ser cristianos signifique tan poco en nuestra vida. Y que tampoco signifique demasiado el dejar de serlo.

 

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Lunes, 11 Julio 2016 14:30

“Breve guía para salir del marasmo”. Materiales nº 5 (I)

Escrito por  Mons. Javier Martínez

Hilaire Belloc publicó una serie de artículos sobre la distribución de la propiedad en el periódico Social Justice entre febrero y agosto de 1938. La serie llevaba el título general The Way Out [“El camino de salida”], que a nosotros nos ha parecido queda bien reflejado en español en el que aquí le damos: “Breve guía para salir del marasmo”. Recientemente, esos artículos han sido reunidos y publicados en forma de libro, con el mismo título The Way Out, en la Catholic Authors Press, Hartford, Connecticut, 2006. La traducción al español es de José Joaquín García Serrano y de Javier García Arevalillo.

En realidad, esa serie de artículos constituye una presentación del distributismo tan sucinta y sintética como valiosa. Leídos hoy, estos artículos resultan extraordinariamente actuales. Aunque iremos añadiendo artículos, y para que el lector del blog se haga una idea del contenido de la serie, comenzamos inicialmente con el índice de contenidos, y con dos de los artículos: el primero de todos, que se titula: “Para empezar”, y el nº 14, que lleva por título: “El monopolio del crédito”. Tal vez sea necesario recordar que lo que se llama “ distributismo” es menos un sistema económico y político que la expresión en términos políticos y económicos de una serie de principios y criterios de la tradición social cristiana, formulados en el contexto del mundo moderno. También es imprescindible caer en la cuenta de que la aplicación de esos principios, aunque válidos para cualquiera y hasta atractivos en muchos sentidos para cualquiera, requiere un sujeto social que tenga la experiencia de vivirlos o de haberlos vivido, y las virtudes sobrenaturales y morales que los sostienen y les permiten permanecer, a pesar de todos los obstáculos que nacen de nuestras pasiones, individuales o colectivas. No puede imponerse. Esos principios no pueden tratar de aplicarse a la realidad sin la existencia de ese sujeto. Lo que eso significa es que, si nos importa el futuro, si nos preocupa el tipo de sociedad en la que van a vivir nuestros hijos o nuestros nietos, la tarea política más importante a llevar a cabo, y a llevar a cabo mediante los métodos que corresponden a esos principios y que ellos imponen como los únicos adecuados, es la construcción con la ayuda del Señor de ese sujeto social. Dicho con otras palabras, la única tarea política que en estos momentos vale la pena es la de construir la Iglesia. Por supuesto, no una Iglesia concebida según reducciones pietistas, moralistas o racionalistas y liberales, sino la Iglesia como cuerpo de Cristo en la historia, nacida del Dios Trino y de la Encarnación del Hijo de Dios, centrada en el bautismo, la Eucaristía y la liturgia de las horas, y abierta a dialogar y a sentir afecto por cualquier posición humana, política, moral, cultural o religiosa.

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